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Fragmento
del libro:
INTRODUCCIÓN
FRAGMENTOS DE UN CINE OCULTO
La producción de cine y video en Centroamérica es
quizá una de las más desconocidas e invisibles de
la cinematografía mundial. Los intentos cinematográficos
de la región no sólo han debido sortear los problemas
comunes de todo el continente latinoamericano, sino también
los específicos que han hecho de Centroamérica la
región más disputada por las grandes potencias durante
los dos últimos siglos. El hecho de ser una franja de tierra
y los intereses geopolíticos que se han jugado en ella han
producido, en vez de integración, fragmentación y
aislamiento entre los países, así como una tendencia
a mirar hacia lo extranjero.
El audiovisual centroamericano ha tenido que surgir entre los escombros
de las guerras y los desastres naturales; ha debido sortear dictaduras
e invasiones y, sobre todo, ha peleado con pantallas copadas por
las imágenes "siempre perfectas" del cine dominante.
A estas dificultades debemos sumar la falta de atención que
los Estados nacionales han prestado a la comunicación audiovisual
propia. Centroamérica no ha tomado aún conciencia
de la importancia de las imágenes en movimiento. No se ha
interiorizado la idea de que un país sin cine propio es un
país invisible. De que las pantallas audiovisuales de nuestro
tiempo son, como señala el cineasta argentino Octavio Getino,
"el espejo sociocultural en el que una comunidad y cada uno
de sus integrantes se proyectan y se autorreconocen, construyendo
parte esencial de su identidad individual e histórica".1
En medio de todos estos obstáculos, reales y simbólicos,
los centroamericanos hemos intentado producir imágenes de
nuestra identidad, espejos propios en las pantallas cinematográficas.
No obstante, la mayoría de las veces estos intentos han quedado
sin continuidad o, peor aún, sumidos en el olvido. ¿Quién
sabe que se produce cine en Centroamérica desde los años
diez del siglo XX?, ¿quién recuerda que durante los
años setenta y ochenta el cine centroamericano ganó
premios internacionales e incluso un filme sobre el conflicto nicaragüense
estuvo nominado al premio Oscar a la mejor película extranjera?
Prácticamente, ninguna historia del cine
o antología de filmes latinoamericanos, para no decir, mundiales,
menciona un título o a un realizador del Istmo. ¿Existe,
acaso, el cine centroamericano?
CENTROAMÉRICA: ENTRE LOS CLICHÉS Y LA NADA
La "dulce cintura de América", como la llamó
el poeta Pablo Neruda, es esa lengua de tierra que une los dos bloques
continentales de América. Centroamérica corresponde
a una comunidad de más de treinta millones de personas, asentada
en la tradición y en el cruce de las más antiguas
culturas de la América precolombina.
Conocida fundamentalmente como un conjunto de "repúblicas
bananeras", como tierra de dictaduras, guerrillas y golpes
de Estado, Centroamérica hoy se encuentra fuera del mapa
de la guerra y en un proceso de consolidación como unidad
económica y cultural.
Históricamente, se ha considerado que forman parte de esta
región los cinco países que en la época colonial
constituyeron la Audiencia de Guatemala: Guatemala, El Salvador,
Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Estos territorios, ahora separados,
compartieron un pasado de región unida, de "patria grande".
Geográficamente, el Istmo incluye a Panamá, el cual,
si bien hace cien años formaba parte de Colombia, se ha ido
incorporando de modo paulatino al resto de Centroamérica,
en sus iniciativas, deseos y proyectos y comparte con sus vecinos
diversos rasgos culturales. Diferente es el caso de Belice, el cual
no obtuvo su independencia de Gran Bretaña hasta 1981 y que
ha recibido más influencia inglesa que española, circunstancia
que lo ha aislado del resto de la región.
El imaginario en torno a Centroamérica -y sus producciones
culturales, concretamente el audiovisual- se ha movido entre las
imágenes estereotípicas y la nada.
Durante el siglo XIX, múltiples viajeros europeos y estadounidenses
-misioneros, científicos, lingüistas o simplemente aventureros-
recorrieron Centroamérica dejando crónicas de sus
viajes y, consecuentemente, imágenes de la región.
Entre ellos, el alemán Helmut Polakowski, quien radicó
en Guatemala y Costa Rica, consideraba que los centroamericanos
tenían un origen "perverso", el cual era la causa
de los problemas políticos:
A pesar de haber sido la primera región del Nuevo Mundo en
ser colonizada y explorada, América Central despertó
después poco interés por parte de los españoles,
ya que el valor y la riqueza de los países mejor cultivados
y desarrollados, como México y Perú, atrajeron la
mayor y mejor cantidad de españoles, y a Centroamérica
llegaron relativamente pocos, la mayor parte provenientes de clases
peores y más pobres, tales como soldados, marineros, piratas,
etc. Como es sabido, los españoles les prohibieron totalmente
la entrada a las demás naciones de las colonias españolas.
Los centroamericanos heredaron de los españoles, además
de la religión y la lengua, la pasión por los juegos,
la xenofobia, la creencia de que el orgullo es la primera de las
virtudes y que el trabajo es una vergüenza. La cortesía
exquisita pero pesada de los españoles se ha convertido aquí
en una amabilidad hipócrita, la cual raya en falta de carácter.
Asimismo, y con razón, a los novohispanos les falta la famosa
valentía, de los españoles. También está
bien acendrado el fanatismo religioso, dando a veces tremendos esplendores,
como por ejemplo en México. Además, a los centroamericanos
les falta la vivacidad y la agilidad de los españoles, y
esto se nota particularmente en la conversación. De sus antepasados
heredaron la modestia en las necesidades vitales y el hábito
de vegetar proporcionada y tranquilamente. Solo así se explica
la posibilidad de que un hombre enérgico e intrépido
se erija y se mantenga como presidente, al menos por algún
tiempo, contra la voluntad de la mayoría. Este fenómeno
se ha mostrado en todas las cinco repúblicas, incluso en
tiempos modernos.2
En 1918, el investigador estadounidense Dana Gardner Munro escribió
un libro sobre Centroamérica, el cual inicia justamente con
la imagen de la región que se ha propagado en su país
natal: "Muchas personas en Estados Unidos piensan en Centroamérica
principalmente como tierra de revoluciones, gobiernos en bancarrota,
presidentes que huyen y un paraíso para fugitivos de la justicia
de países más poblados".3
Aún a mediados de los años cincuenta del siglo XX,
la representación de la zona se reducía a estos mismos
lugares comunes, como consideraba Charles V. Aubrun, en su historia
de Centroamérica publicada en Francia:
"Si no se escucha ruido, les parece que duermen", escribió
Montaigne en el Libro III de sus Ensayos. Cada año, un golpe
de Estado, una revolución o una sublevación estallan
repentinamente en algún Estado de América Central
para abonar, por un instante, la crónica periodística
y probarnos que allí no se duerme, o al menos que allí
el marasmo tropical conoce peligrosos despertares.4
Las imágenes de región pobre, trópico adormecido,
revoluciones constantes y desastres naturales no han abandonado,
aún hoy, a Centroamérica. Somos una región
"noticia" o no somos. No obstante, Costa Rica, incluida
dentro de estas imágenes generalizadas, ha logrado construir
su propia "identidad" a partir de la exclusión
y la diferenciación del resto de Centroamérica.
La identidad costarricense se fundó, entre otros parámetros,
mediante una orientación europeizante y un desprecio por
lo centroamericano, el cual se basa principalmente en un componente
étnico. Costa Rica se considera a sí misma una república
blanca, de lo cual se desprendería el hecho de que sus gobiernos
sean civiles y democráticos.5
Pero esta construcción también ha sido parcialmente
asimilada por el resto del Istmo. Paradójicamente, Alberto
Masferrer, intelectual y filósofo salvadoreño, relacionaba
las diferencias raciales de Costa Rica con el carácter poco
belicoso de su pueblo:
Lo que primero se nota cuando se llega a Costa Rica es aquello que
tanto sorprendió a una señora que fue a Europa: "todos
los indios son blancos". […] No hay pues indios. […]
Siete u ocho mil extranjeros, los más españoles e
italianos; un diez por ciento entre indios, negros, mestizos y mulatos;
lo demás, pura raza española, de Galicia. Así,
entre ellos y nosotros hay la diferencia sustancial de la raza.6
Las reflexiones del salvadoreño deducen que la paz es un
asunto de raza -ausencia de indígenas-, lo cual hace comprensible
la tendencia del costarricense a aislarse de los problemas de la
región, para concluir: "Realmente, Costa Rica no es
centroamericana sino como hecho geográfico".
Este imaginario centroamericano es el contexto en el que también
se desarrolla -y se valora- la cultura cinematográfica de
la región, en las pocas ocasiones en que ésta se visibiliza,
porque la mayoría de las veces el cine centroamericano, para
locales y extranjeros, simplemente parece no existir.
Georges Sadoul, el célebre historiador del cine mundial,
en su clásico texto de más de ochocientas páginas,
dedica al cine centroamericano menos de veinte renglones. De El
Salvador, por ejemplo, señala que "aparentemente realizó
un largometraje en colores hacia 1950".7A Costa Rica ni siquiera
la menciona.
En efecto, El Salvador realizaba filmes a colores durante los años
cincuenta, pero había producido un primer largometraje en
1927: Águilas civilizadas de V. Crisonino, E. Bianchi y A.
Massi. En Costa Rica se filmaron imágenes nacionales desde
1907 y ya en 1930 se realizó un largometraje silente titulado
El retorno.
El caso de las historias del cine específicamente latinoamericano
no dista demasiado del panorama bosquejado. El brasileño
Paulo Antonio Paranagua,8 en la sección consagrada a América
Latina de la Historia general del cine, que apareció en diez
tomos, no incluye ni una sola mención sobre la producción
centroamericana.
En tanto, Augusto Martínez Torres y Manuel Pérez Estremera,
en su Nuevo cine latinoamericano, tampoco incluyen nada sobre Centroamérica,
salvo en el apartado "Otros países", donde ofrecen
datos que no tienen gran relación con la cinematografía
del área:
De los países de América Central, con una reducida
extensión territorial y un escaso número de habitantes,
tan sólo destacan Panamá donde hay una leve producción
de cortos y largometrajes, así como que Sweet hunters (Ruy
Guerra, 1969) tenga esta nacionalidad, tal como ha quedado subrayado,
aunque por razones puramente burocráticas; y Guatemala donde
esporádicamente se realizan largos y cortometrajes financiados
por la Universidad de San Carlos, preferentemente de tipo didáctico.9
En Tierra en trance. El cine latinoamericano en 100 películas,
de Alberto Elena y Marina Díaz López10 y en la Antología
del cine latinoamericano,11 elaborada por un grupo de especialistas
de México, Brasil, Argentina, Venezuela, Perú, Uruguay
y Cuba, tampoco se incluyen películas de la región,
aun cuando se mencionan producciones de países pequeños
como Haití y Martinica, en la primera, y de cine chicano
y del Caribe en la segunda. El libro Films des Amériques
Latines,12 publicado en Francia en 2001, tampoco hace ninguna referencia
a Centroamérica.
Otros estudios de indudable rigor académico, como El carrete
mágico del inglés John King,13 cuando reseñan
el área lo hacen con datos vagos, imprecisos e incluso erróneos.
Por ejemplo, King señala La Xagua [sic] (1984), como el primer
largometraje argumental de la región y consigna a Óscar
Castillo como su director. El filme se titula La Segua, Castillo
es su productor y protagonista, y existen, como decíamos,
largometrajes de ficción desde 1927.
El único estudio que ofrece un poco más de información
sobre las cinematografías de la región es el volumen
Les Cinémas de l'Amérique Latine, coordinado por Guy
Hennebelle y Alfonso GumucioDragon, el cual fue publicado en Francia
en 1981. No obstante, dicho texto sólo existe en lengua francesa,
data de hace veinte años y se encuentra fuera de circulación.
De igual manera, la Historia del cine latinoamericano,14 de Peter
Schumann, dedica varias páginas al cine de Costa Rica, Nicaragua,
El Salvador y Panamá, y cuenta con información bastante
precisa. El problema de dichos textos es que no se encuentran actualizados,
ya que la investigación se concluyó en 1980. Aun cuando
el libro de Schumann fue parcialmente puesto al día, los
capítulos en torno a Centroamérica quedaron intactos.
Estas imprecisiones o ausencias no necesariamente son responsabilidad
de los estudiosos foráneos. El cine centroamericano ha sido
invisible hasta para los creadores e investigadores de la misma
región. No fue sino hasta 2002 cuando nosotros mismos publicamos
una investigación sobre cine costarricense bajo el título
El espejo imposible. Un siglo de cine en Costa Rica. Al año
siguiente, César del Vasto y Edgar Soberón Torchía
publicaron una Breve historia del cine panameño (18952003).
En El Salvador, dos grupos de estudiantes de las cátedras
de Comunicación y Periodismo, de la Universidad Centroamericana
José Simeón Cañas, realizaron sendas tesis
de grado sobre cine salvadoreño, en particular sobre la época
de los pioneros (18961960) y sobre lo que han llamado la "segunda
generación de cine salvadoreño" (19601992). Sin
embargo, estos trabajos universitarios, así como diversos
artículos sobre el cine guatemalteco, especialmente el de
la primera mitad del siglo, realizados por el historiador Edgar
Barillas, en Guatemala, sólo circulan en ámbitos académicos.
Al no existir estudios sobre la producción audiovisual centroamericana,
se da la impresión de que es la producción la que
no existe, como señala el mismo Barillas:
En Guatemala existe la creencia de que no ha habido cine nacional.
De que no han existido cineastas, ni producción continuada
de filmes. […] Si se abandona la idea que sólo las
grandes producciones constituyen el objeto de estudio para la historia
del cine y, por el contrario, asumimos que toda toma constituye
fuente histórica de gran valor informativo y que es susceptible
de ser utilizada para la reconstrucción histórica,
se arribará necesariamente a la conclusión de que
en Guatemala lo que no ha existido es Historia del cine guatemalteco.
No se trata, pues, de que no haya habido cine nacional, sino que
se carece de un estudio sistemático y objetivo de la actividad
fílmica en el país.15
En este sentido, La pantalla rota. Cien años de cine en Centroamérica
pretende llenar este vacío y dar a conocer las producciones
audiovisuales más importantes de la región, sus realizadores
y el contexto histórico, político y cultural que las
generó. Intentamos establecer las líneas más
definidas de esta producción en tanto región, los
momentos fuertes y los posibles diálogos entre las obras,
así como mostrar, a través de las imágenes
en movimiento, la riqueza y complejidad de Centroamérica.
Este libro es sólo el principio, una historia "en construcción".
Gran parte de los archivos cinematográficos del área
centroamericana están dispersos en colecciones privadas y
los que se encuentran en cinematecas nacionales, muchas veces son
inaccesibles, debido al daño que pudieran sufrir los materiales.
De igual modo, en la mayor parte de las ocasiones, estas cinematecas
no presentan las mejores condiciones de conservación y catalogación.16
Esto sin refererirnos a la gran cantidad de filmes que se han extraviado,
quemado o dañado durante el pasado siglo.
De igual modo, existe muy poca información impresa sobre
los procesos cinematográficos de la región y la historia
del cine en Centroamérica se ha escrito "por pedazos".
Por lo tanto, si los historiadores nacionales logran sistematizar
el recuento de sus propias cinematografías -existen varias
en proceso- y si logramos recuperar los archivos dispersos y restaurar
los materiales, este libro deberá reescribirse. En todo caso,
era urgente dar un primer paso.
Creemos que la historia de la humanidad ha crecido gracias a la
recopilación y el ordenamiento de su memoria, de sus proyectos
y sus anhelos. Ésta ha sido la cantera de su porvenir. Sólo
mediante el conocimiento del pasado se puede aprehender, comprender
y sentir lo que ha sido el transcurrir del ser humano, su fiesta,
su tragedia y la percepción que tiene de su futuro. Por lo
tanto, esta historia de las imágenes audiovisuales de Centroamérica
no sólo responde a la urgencia de rescatar la memoria fílmica,
sino que pretende ser la base para un mayor desarrollo de la producción
audiovisual en el futuro.
Notas
1 Getino, Octavio, 1996, p. 1314.
2 Quesada Pacheco, Miguel Ángel : Entre silladas y rejoyas.
Viajeros por Costa Rica de 1850 a 1950, San José, Editorial
Tecnológica de Costa Rica, 2001, p. 188.
3 Gardner Munro, Dana 2003 Las cinco repúblicas de Centroamerica.
Desarrollo político y económico y relaciones con Estados
Unidos, San José, Universidad de Costa RicaPlumsock Mesoamerican
Studies, 2003, p. 47.
4 Aubrun, Charles V. : L'Amérique centrale, París,
Presses Universitaires de France, 1952, p. 5.
5 Cfr. Taracena, Arturo y Jean Piel (comps.): Identidades nacionales
y Estado moderno en Centroamérica, San José, Editorial
de la Universidad de Costa Rica, 1995.
6 Masferrer, Alberto: "Costa Rica, notas rápidas",
en Hombres, ciudades y paisajes, El Salvador, Universidad Autónoma,
1949, pp. 285-295.
7 Sadoul, Georges: Historia del cine mundial desde los orígenes
hasta nuestros días, México, Siglo XXI, 1972, p. 382.
8 Paranagua, Paulo Antonio: Le Cinéma bresilien, París,
Centre Georges Pompidou, 1987. Le Cinéma cubain, París,
Centre Georges Pompidou, 1990. "América Latina busca
su imagen", en: Historia general del cine. vol. X, Madrid,
Cátedra, 1996.
9 Martínez Torres, Augusto y Manuel Pérez Estremera
Nuevo cine latinoamericano, Barcelona, Anagrama, 1973, p. 225.
10 Elena, Alberto y Marina Díaz López: Tierra en trance.
El cine latinoamericano en 100 películas, Madrid, Alianza,
1999.
11 Avellar, Juan Carlos et al: Antología del cine latinoamericano,
Semana Internacional de Cine de Valladolid, 1991.
12 BlanquièreRoumette, Monique y Bernard Gille : Films es
Amériques latines, París,
Éditions du Temps, 2001.
13 King, John: El carrete mágico, Bogotá, Tercer Mundo,
1994.
14 Schumann, Peter: Historia del cine latinoamericano, Buenos Aires,
Legasa, 1987.
15 Aragón, Magda y Edgar Barillas: "Cine e historia
social en Guatemala: imágenes de una década (los años
treinta)", en: Revista Estudios, vol. 90, núm. 3, diciembre,
p. 33 [Instituto de Investigaciones Históricas, Antropológicas
y Arqueológicas, Escuela de Historia, Guatemala]. 1990 "Guatemala:
café, capitalismo dependiente y cine silente", en: Revista
Estudios, IIHAA, Guatemala, núm. 190, p. 61.
16 Centro Costarricense de Producción Cinematográfica
y Fundacine de Costa Rica tiene un proyecto de creación de
una red de filmotecas centroamericanas, para el rescate y conservación
del material aún sin restaurar.
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